jueves, 19 de julio de 2012

Yo tengo hepatitis C | Sociedad | EL PAÍS

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Yo tengo hepatitis C

Unas 800.000 personas padecen en España esta enfermedad hepática

El libro 'Voces de la enfermedad silenciosa' recoge los testimonios de 12 de ellos

 
La portada del libro 'Voces de la enfermedad silenciosa'
 
 
Tres o cuatro millones de personas contraerán este año la hepatits C alrededor del mundo, según la OMS. Algunos ni siquiera se darán cuenta. Otros quizás ya la tienen y no lo saben. El carácter silencioso de este virus es una de las principales dificultades en la lucha en su contra. En España, entre 400.000 y 760.000 personas han sufrido esta infección viral del hígado, la que puede llevar al organismo a desarrollar una cirrosis o un cáncer hepático.

Con la idea de prevenir esta situación, esta mañana fue presentado el libro Voces de la enfermedad silenciosa, en el que se recogen 12 testimonios de personas que han padecido este mal. A continuación un resumen de algunos de ellos:

"Cuando voy en el metro pienso: 'Alguno de ellos tiene hepatitis"

Josefina Cristófol, 55 años. Fondarella.
Josefina Cristófol se enteró de que tenía hepatitis C por casualidad. O quizás por vanidad. Pesaba veinte kilos más que hoy y por eso decidió empezar una dieta. Fue al doctor. Le solicitaron los análisis de sangre de rigor. Se los hizo. Y la hepatitis quedó a la vista.

Sin entender demasiado sobre lo que le pasaba a su hígado, fue al médico. Este le advirtió que tendría que hacerse un tratamiento muy duro y que quizás era mejor ni siquiera considerarlo. Pensando en sus hijos, ella hizo lo contrario. "Llegué a casa, busqué información en internet y pedí hora para ir al gastroenterólogo", narra. El especialista le planteó que el procedimiento tenía un 50% de probabilidades de éxito. Ella lo aceptó y se sometió a la terapia. Pero las estadísticas tenían razón: su tratamiento no funcionó.

Reconoce que entonces se marchó a su casa, se sentó en un sofá y se quedó allí por tres días, sin ganas de salir. Hasta que, nuevamente pensando en su familia, decidió levantarse.

Y aunque admite que por la enfermedad ha tenido que dejar de hacer algunas cosas, también ha empezado a hacer actividades nuevas, como viajar o estudiar inglés. Además se involucró en la Asociación de Enfermos de Hepatitis de Cataluña (ASSCAT), de la cual ahora es secretaria.

Hoy está empeñada en darle visibilidad a la enfermedad. "Cuando voy en el metro pienso: 'alguno de ellos tiene hepatitis'", reflexiona y le preocupa que esos posibles afectados no sepan que padecen este mal. O que se enteren, como ella, por casualidad.

"He intentado vivir a gusto, pero no siempre lo he conseguido"

Antonio García, 56 años. Pamplona.
La hepatitis C llegó a la vida de Antonio García incluso antes de que este virus fuera descubierto como tal. En 1986 fue la primera vez que notó un color extraño en su orina, lo que lo llevó a consultar al médico de su empresa.

"No le di mucha importancia y pensé que me recomendarían hacer reposo", comenta García. Todo lo contrario, el diagnóstico solo fue el inicio de años agitados. Lo remitieron a la Clínica Universitaria de Navarra, donde se sometió al primer tratamiento. Y al segundo, después de que el primero fracasara. Este último tampoco tuvo éxito y la enfermedad siguió entonces escalando hasta convertirse en una cirrosis. "Recuerdo cuando me comunicaron que tenía cirrosis como un día muy duro. A partir de ese momento pensé en el trasplante de hígado como última solución", asegura.

Pero García necesitaba un hígado especial: su sangre es B+, lo que siginifca que solo le serviría un órgano de alguien con un tipo sanguíneo poco frecuente como el suyo. Entró a la lista de espera y solo pasaron cuatro meses hasta que encontraron un hígado para él. La llegada del transplante trajo consigo algunos problemas adicionales... Después de la intervención, García tuvo un trombo en la arteria hepática, que lo mantuvo hospitalizado por dos meses. "Los más duros de mi vida", recuerda.

Y una vez que el trombo quedó en el pasado, vino una nueva complicación: una obstrucción en la vía biliar que se agravó por una bacteria hospitalaria y que lo llevó al hospital por más de un mes.
Han pasado seis años desde entonces y García todavía prefiere no darle vueltas a la enfermedad. Hoy, tiene trabajo y trata de llevar una vida normal. "He intentado vivir a gusto, pero no siempre lo he conseguido", confiesa. Y agrega que si ha salido adelante ha sido gracias a que su mujer se convirtió en su bastón en los momentos duros.

Contagiada por accidente

Mercè Pons, 53 años. Barcelona.

Mercè Pons, pasó de pronto, de ser enfermera a estar enferma. Trabajaba en la atención primaria y accidentalmente se pinchó con la jeringuilla de un paciente con hepatitis C. “Me había pinchado en otras ocasiones y, como nunca había pasado nada, pensé que todo iba a ir bien”. Y de hecho, al principio todo fue bien. La enfermedad se manifiesta después de un tiempo, por lo que inicialmente no hubo indicios de hepatitis.


El cansancio que empezó a sentir al pasear en bicicleta le hizo encender las alertas. Se realizó otro análisis y su hígado apareció inflamado: tenía hepatitis C. Fue a otro médico, se realizó más exámenes, le advirtieron que el tratamiento era tan duro como tóxico y la derivaron al Hospital de Bellvitge.
El procedimiento empezó en septiembre de 2010 y terminó 11 meses después, en agosto de 2011.

“Tuve que dejar de trabajar, de montar en bicicleta y me encontraba permanentemente muy cansada porque tenía anemia y no podía hacer las actividades a las que estaba acostumbrada”, comenta.
Lo que sí decidió hacer fue seguir el tratamiento al pie de la letra. Se apuntó, además en clases de dibujo y de pintura, como una forma de sobrellevar el proceso.

“Lo pasé muy mal, porque me cambió muchísimo la vida y me bajaron mucho las defensas. Tenía fuertes dolores de cabeza, que nunca había tenido. Muchos síntomas gripales, con escalofríos y molestias gástricas durante muchos días seguidos”, relata.

En todo caso, valió la pena. Una semana antes de conceder su testimonio para el libro se le comunicó que estaba curada. Estar sana le ha permitido volver a su trabajo con más ganas y con el conocimiento de lo que necesita el paciente cuando se le diagnostica la hepatitis C.

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